Uno propone...
La a veces desagradable frase que recurrentemente le escuchaba a mi mamá cuando peque, se me hizo patente el viernes pasado.
El día partió casi como siempre, es decir, yo cayéndome de la cama para poder levantarme, saludar brevemente a la ducha y poder llegar a tiempo al taller de periodismo, que empieza a las 8:30 de la madrugada.
Había pensado que después de clases me iría al centro, y antes de dirigirme como cada día a la Corte, a trabajar, pasaría a cobrar una boleta a la Isapre e iría por fin a conocer el nuevo Starbucks de calle Agustinas, aprovechando el vale por un café gratis que me regalaron. Ý luego tendría una mañana tranquila, planificando algún tema para el turno del fin de semana.
Pero ¡pamplinas!
Llegué a la clase o'clock y me disponía a tomar un té cuando me llamó la X.M, una compañera de trabajo, para decirme que le acababan de avisar que a las 9:30 teníamos que estar en Punta Peuco (cárcel) para entrevistar al condenado general (r) Raúl Iturriaga Neumann". ¡PLOP!
Miré al profe, le dije, "me voy", y salí corriendo. Apenas tenía el tiempo de ir a mi computador, rescatar un par de preguntas que había escrito por si me dejaban entrevistarlo, y agarrar el móvil para la cárcel. Y empezó el dolor de guata y los nervios. "Me voy a quedar en blanco", pensaba, y el miedo no era por el ridículo que haría ante el personaje, sino por que sabía que tendría que llenar un gran espacio de papel con sus dichos.
En fin. Como a las 10:00 entramos con la X.M. al frío penal en el yo nunca antes había estado. Y llegó el famoso entrevistado. Fueron dos horas de interesante conversa (independientemente de lo que piense sobre el personaje). Y luego media hora de viaje hacia el diario. Veinte minutos para comer algo (no hubo desayuno), 20 minutos de reunión con un editor.
De pronto eran las 13:00 horas, y yo figuraba sentada en mi escritorio escribiendo una nota para Internet (mi compañera ídem), y luego iniciando la transcripción. Como a las 17:00 fui a comprar algo de comer y seguí con la rutina. Luego otra reunión, luego escribir algunos de los textos, después la corrección...
Cuento cortó: llegué a mi casa pasadas las diez de la noche, sin haber hecho NADA, pero NADA de lo que había planeado.
¿Lo malo?
-- Moría por un café y un dulce del Starbucks, y sabía que no podía ir el fin de semana.
-- No pude hacer ningún trámite personal ni disfrutar del rico y tibio sol que hubo en el día después de la nieve.
-- No planifiqué la entrevista como hubiera querido.
¿Lo bueno?
-- Ya sé que puedo reaccionar más o menos bien ante situaciones extremas y totalmente inesperadas.
-- Afortunadamente, fue un trabajo en equipo con la X.M. Sola me habría vuelto mono, y el resultado no habría sido el mismo.
-- Si la entrevista hubiera estado planificada, la noche anterior no habría dormido de nervios (insisto, no tanto por el personaje, sino por la responsabilidad que significaba).
En fin... uno propone... y a propósito, si alguien tiene tiempo y quiere leer algo entrete, encontré este artículo en El País sobre Da Vinci y su tierra. Para variar, me dieron ganas de conocerla...
3 Comments:
felicitaciones, que bueno que reconozca lo de la brigada puren, como de ser un ex escuela de las americas, a confesion de parte....
saludos
Te quedó buena la entrevista... sólida... con ojos de Millarahue... me gusta el nombre porque me recuerda mi tierra en Pucón... un lindo lugar en invierno, pero apestante en verano... chao
hola,interesante tu blog...es mas interesante para mi saber que hay mujeres que disfrutan de cosas que me gustan a mi..como el cine o cierta musica...para que estamos con cosas no conozco muchas mujeres con esos gustos.
por sus gustos los conocereis jajajajjaja,suerte.
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