Hora de cambios...
Me cuestan los cambios. Mucho. Tal vez por mi alma canceriana, tiendo a apegarme mucho a las cosas y me resulta lento y complejo dejar atrás lo que he querido, o aquellas cosas que han estado conmigo por largo tiempo, áún cuando no hayan sido trascendentales.En algún rincón de mi pieza en la casa de mis viejos están los papeles de los regalos que recibí en mi fiesta de 15... tengo cartas que me escribía con las amigas que hice a través de TV-Grama (siempre me gustó escribir y mi cartero era feliz, pero eso duró hasta como los 12...), y las servilletas que alguna vez me dio por juntar cuando era una mini millarahue.
Pero mi tendencia al apego no fue sólo un rasgo infanto adolescente. Recuerdo con tristeza el día gris en que vendí mi primer auto: era un Daihatsu Giro del 93 que me compré el año 2000. Y el 2002, fue tanta la presión social que lo vendí para comprarme uno nuevo (que resultó ser un fiasco: no se compren nunca un corsa-city). Cuando entregué el Giro, tuve que aguantar los lagrimones y hasta el día de hoy lo añoro, porque era sólido!
Hace algunas semanas también logré, después de meses de "¿hasta cuándo tienes esas fotos en la pared?", cambiar algunas fotillos que adornaban las murallas de mi pieza, y después de eso tengo cada día más ganas de cambiar los muebles de mi casa, aunque me muero de pena, porque los que tengo son los primeros que me compré y han sido fieles compañeros de camino.

Pero entonces pensé... a veces los cambios generan más cambios, y creo que en este momento

Ahora la intensa mirada de un príncipe azul me distrae de mis labores. Me inquieta, tanto como la película que protagoniza, Ourgullo y Prejuicio, que he visto una y mil veces.
No me digan que no es un incentivo para seguir generando cambios!!!