Lo que hubiera pasado...
… al menos cuando sea viejo no tendré que preguntarme ¿qué hubiera pasado si lo hubiera intentado? …Esta frase volvió a mi mente luego de ver la película “A lot like love”.
En ella, Oliver, el personaje que interpreta Ashton Kutcher (el galán de Demi) intenta una especie de serenata y canta una canción de Bon Jovi a Emily (Amanda Peet), una chica a quien había conocido 6 años atrás, a la que nunca se atrevió a proponerle “algo”, aún cuando durante esos 6 años se “encontraron” en tres o cuatro ocasiones, en todas las cuales hubo claros signos de amor.
Cuando se animó a confesarle sus sentimientos, cantando “I´ll be there for you”, ya era algo tarde: ella estaba de novia con otro. Y entonces la miró a los ojos y le dijo la frase del inicio de este post.
No he podido dejar de pensar en eso. Y más que en las veces en que sí me la he jugado por algo que he querido mucho (porque afortunadamente las hay), me quedé pegada en las veces en las que por pesimismo, ignorancia, y sobre todo por miedo al ridículo, al fracaso, o a lo que sea, he dejado pasar “oportunidades“, o sea, ni siquiera lo he intentado.
Y va en muchas cosas de la vida. Desde no atreverse a hablar con el jefe, hasta no pedir un favor a un amigo, o no decir eso que nos alegra o agobia, por miedo a ser incomprendidos. ¿Qué hubiera pasado si …? ¿Hubiera sido distinto?
En fin, en esta “reflexión” (¿?) prefiero acordarme de las veces en que sí me la he jugado, y he tenido resultados sorprendentes y maravillosos.
Estaba en un país extraño y conocí a alguien que después de muuuucho tiempo me devolvía las “mariposas en el estómago”. Según yo, no tenía por dónde se fijara en mí, pero no podría saberlo si ni siquiera me daba la opción de intentar averiguarlo.
Entonces, armada con el valor que me dio el pensar que NUNCA más lo volvería a ver en mi vida (eran y son miles de millas las que nos separan), y con el ánimo que me dieron mis amigos a la distancia lo invité a comer.
La cita resultó tan especial que tras ella decidí que no podía guardar sólo para mí todo lo que me pasaba, y convertida en un atado de nervios, le escribí un mail (en español … idioma que él no hablaba) contándole lo mucho que me gustaba, y lo feliz que me sentía con él. ¿Ridículo e infantil? Puede ser. Mientras esperaba por una respuesta que no sabía si llegaría, quería que me tragara la tierra. Aunque nadie supiera lo que había hecho, me sentía “loca” y expuesta. Pero me fue bien. Y ese hecho marcó el inicio de una de las historias más lindas de mi vida, que aunque ya no es más, recuerdo con una sonrisa en mi cara, y más aún en el corazón.
Después de eso me la “jugué” en otras oportunidades con resultados disímiles. Una vez le pegué papelitos con mensajes en el auto a un tipo que me gustaba, y con el que creí había alguna onda. Pero mal. No había. De hecho fue una suerte de desilusión fuerte. Hasta hoy me da vergüenza cuando lo veo y cuando veo a sus amigos, quienes sin duda se enteraron de mis hazañas a lo Amelie. Pero ¿saben qué? no me arrepiento. Porque al menos cuando sea vieja, no tendré que preguntarme qué hubiera pasado si lo hubiera intentado.